Como corazón y temporizador del reloj, el volante no puede faltar en ningún ejemplar mecánico. Con eso seguramente no le cuente nada nuevo. Además de un tic-tac audible y de la fluidez con la que se mueve el segundero en comparación con un reloj de cuarzo, la oscilación del volante es un claro indicador de que estamos ante un reloj mecánico. A menudo, este espectáculo se puede observar a través del fondo de caja transparente, y a veces incluso por una abertura en la esfera.
También hay ciertos modelos extraordinarios que no solo están provistos de un volante, sino de dos o incluso cuatro (¡!). Este fenómeno se puede encontrar tanto en relojes baratos como en la haute horlogerie. ¿Pero qué se oculta bajo los calibres que integran en su construcción más que el escape necesario? ¿Hay motivos técnicos sólidos para ello, o es simplemente una cuestión de «cuantos más, mejor»? ¿Y cómo puede alojar un doble escape un reloj de unos pocos cientos de euros cuando, por norma general, esperaríamos encontrar algo así en ejemplares de marcas de renombre con precios de cinco o seis cifras?
Para contestar a todas estas preguntas, vamos a sumergirnos en la tecnología que hay detrás de algunos representantes excepcionales de este tipo de relojes. Con ello nos gustaría mostrar que incluso detrás de conceptos en apariencia similares se esconden una gran variedad de construcciones que no podrían ser más diferentes, independientemente de lo que se ve a simple vista y que da una impresión de parentesco.
MB&F HM9: dos escapes conectados mediante un diferencial
Para introducirnos en una de las primeras aplicaciones del uso de dos volantes en un único reloj, primero debemos dar un repaso a la teoría. ¡Pero le prometemos que merecerá la pena!
Ya entendamos de coches o de modelos de Lego, la mayoría de nosotros habremos oído hablar alguna vez del mecanismo diferencial. Se trata de un componente esencial de la mayoría de vehículos, necesario para que las ruedas izquierda y derecha giren a distinta velocidad, a pesar de obtener su impulso de un mismo motor. Al tomar una curva, la rueda del interior y la del exterior del eje sobre el que actúa el motor tienen que recorrer distancias diferentes y girar más rápido o despacio que la otra. El mecanismo diferencial, que se ubica en el medio de este eje, hace precisamente lo que su nombre indica: compensa esta diferencia en la velocidad de giro. Esta propiedad también lo convierte en un instrumento imprescindible en el ámbito de la relojería.
Una aplicación estándar del mecanismo diferencial en los relojes es el indicador de la reserva de marcha. La autonomía restante de un reloj esta directamente relacionada con la cuerda del barrilete. Pero, desafortunadamente, en los relojes automáticos la parte impulsora y la impulsada del barrilete giran en la misma dirección, por lo que instalar la aguja de la forma habitual no serviría de nada. En su lugar, el eje del barrilete a través del cual se da cuerda al reloj se conecta con los engranajes del barrilete que ponen en marcha el reloj. De manera que una aguja colocada en el eje diferencial puede mostrar en todo momento la diferencia entre ambos, lo cual está limitado mecánicamente por la cuerda completa del barrilete. Así que, en función del estado de la carga, la aguja señala un ángulo definido y limitado, lo cual se puede interpretar intuitivamente como un indicador de la reserva de marcha.
¿Pero cómo se puede utilizar este principio en relojes con varios volantes?
Da la casualidad de que numerosas variantes del HM9 de MB&F utilizan un mecanismo diferencial para combinar dos calibres en apariencia independientes en un mismo reloj.

Su compleja caja tridimensional, rodeada por un cristal de zafiro, nos revela de inmediato que en este reloj oscilan dos volantes. La hora, sin embargo, se muestra en una única esfera que está ubicada en un ángulo de 90° respecto a los ejes de los volantes.
El diferencial está bien a la vista en una posición central bajo los típicos puentes con forma de hacha de MB&F. En este caso, estamos ante lo que se denomina un diferencial planetario, que, a diferencia del de un automóvil, presenta ruedas coaxiales que giran en torno a un mismo eje. Está colocado de tal manera que un engranaje impulsor del diferencial corresponde exactamente a la velocidad rotacional media de los dos engranajes impulsados. Puesto que su velocidad está determinada por volantes independientes, en la esfera se muestra la hora resultante de la media de la marcha de ambos escapes. Curiosamente, los dos volantes del HM9 están impulsados por un único barrilete, lo cual no tiene por qué ser así: también se pueden concebir muchas construcciones que utilizan dos barriletes separados.
Ahora nos podríamos plantear cuál es el objetivo de tanto esfuerzo. Si lo observamos desde un punto de vista meramente académico, independientemente de la relación esfuerzo-utilidad, la respuesta es sencilla: ningún escape está regulado de forma ideal, y mucho menos en cualquier situación y en todas las condiciones ambientales. Por mucho tiempo y dedicación que se ponga en construir un reloj, los fabricantes solo garantizan que vaya a adelantarse o atrasarse un rango de tiempo. Además, los procesos de producción y regulación presentan una cierta variación. La mayoría de relojes de un lote operará en el medio de ese rango dado, mientras que el resto puede encontrarse en el extremo superior o inferior del mismo.
Este simple contexto es la primera razón para emplear dos escapes y un diferencial con el fin de ofrecer un tiempo medio: la probabilidad de que un escape no indique la hora con precisión es moderada, pero la probabilidad de que dos escapes lo hagan es mucho menor. Y así sucesivamente…
Y lo de «así sucesivamente» se puede interpretar de forma literal. Con el Quatuor, Roger Dubuis ha llevado este concepto al extremo: además de cuatro escapes, son necesarios cinco mecanismos diferenciales para obtener una media de la velocidad rotacional de los cuatro escapes. Con ellos se alcanza una complejidad de construcción prácticamente insuperable en un reloj de pulsera.
También existe otra razón, no tan obvia pero más importante aún, para construir un reloj con varios escapes: la influencia de la gravedad y, con ello, la posición del reloj.
Un ejemplo perfecto de un reloj que compensa esta influencia es el Double Balancier de Greubel Forsey. Este también emplea un mecanismo diferencial para obtener una media de la marcha de dos volantes independientes. La diferencia fundamental respecto al HM9 es que estos dos volantes no oscilan en un mismo plano, sino que se han construido inclinados en ángulos específicos el uno respecto al otro.

Gracias al famoso tourbillon, estamos familiarizados con el concepto de hacer rotar continuamente el escape para regular la influencia de la gravedad. Con una orientación muy específica de los ejes de los dos volantes el uno respecto al otro, Greubel Forsey aspira a ofrecer una media de ambos, ya que la influencia de la gravedad sobre uno de los volantes en una posición concreta se compensa con la del segundo o, al menos, se minimiza.
El HM9 no utiliza ese mismo truco, pero, a pesar de que todas estas ambiciosas construcciones deberían mejorar la precisión, al final es cuestionable si estas ediciones limitadas de modelos tan complicados realmente pueden alcanzar las mejoras esperadas. Este tipo de reloj se debería considerar más bien como una prueba de concepto que muestra que los relojeros no tienen miedo de desarrollar construcciones tan complejas, pero teóricamente posibles. De ahí procede la fascinación por estos relojes y, en consecuencia, su elevado precio.
F.P. Journe Chronomètre à Résonance: el mito de la resonancia
El Chronomètre à Résonance de F.P. Journe podría considerarse un clásico moderno que pone de relieve un fenómeno de la relojería legendario y con un aura casi mística: la resonancia.
Si se pregunta cuál es la definición de la resonancia en el campo de la física, hace referencia al incremento de la amplitud de la frecuencia de un sistema bajo una influencia externa. Seguramente conozca el histórico vídeo de un puente colgante que entra en resonancia bajo la influencia del viento y acaba colapsando. Cuando hablamos de resonancia en el campo de los relojes, nos referimos al fenómeno según el cual dos péndulos o volantes que en apariencia no están conectados de manera mecánica oscilan con la misma frecuencia y fase, es decir, en sincronía, tras un periodo de tiempo.

Al igual que los otros relojes que hemos comentado antes, el Chronomètre à Résonance presenta dos volantes, así como escapes completos, separados. No obstante, este modelo cuenta con dos esferas separadas y no hay ningún diferencial que establezca una media de la marcha de ambos escapes. En cambio, este tiene otra aplicación: se encarga de que un único barrilete pueda proporcionar energía a ambos trenes de engranajes. Como guinda del pastel, ambos trenes de engranajes están provistos de un remontoir separado, un mecanismo de retención que garantiza un flujo de energía constante durante toda la cuerda del barrilete. En mi guía técnica sobre los mecanismos de fuerza constante puede leer más sobre este tema.
Tras la pista de la resonancia
La existencia del fenómeno de la resonancia ya se conoce desde hace siglos, y algunos relojeros legendarios han experimentado con este concepto para estudiarlo. Breguet, por ejemplo, construyó relojes de bolsillo de resonancia provistos de dos escapes y comprobó su funcionamiento en todo tipo de situaciones, incluso en una cámara de vacío. Breguet sospechaba que el aire desplazado con la oscilación y la turbulencia resultante generaban un influjo recíproco entre volantes independientes. Los experimentos en cámaras de vacío, así como con finas placas de acero entre los volantes que tenían como objetivo eliminar la influencia del aire, mostraron que este factor era, en efecto, insignificante.
Además, se modificó la distancia entre ambos volantes, con lo que también se pudo comprobar la influencia de este parámetro. De nuevo, la influencia resultó ser entre mínima e inapreciable.
Por tanto, la única conclusión lógica era que la influencia se daba a través de los componentes estáticos del calibre, como las platinas y los puentes. Detrás de la influencia y la sincronización de los dos escapes debía de haber unas vibraciones apenas palpables que recorrían y atravesaban estos componentes hasta los anclajes de la espiral.
A comienzos del milenio, F.P. Journe aplicó este concepto por primera vez a un reloj de pulsera compacto. Desde entonces, las numerosas iteraciones del Chronomètre à Résonance se consideran buques insignia de la marca. Gracias a sus dos esferas, el dueño del reloj puede observar directamente la sincronía con la que trabajan ambos escapes.
Hoy en día, hay infinidad de relojes en los que se pueden ver dos escapes y que a primera vista se pueden confundir fácilmente con «auténticos» relojes de resonancia. Sin embargo, en la mayoría de los casos hay una conexión mecánica directa entre los volantes, por ejemplo, mediante un diferencial como el descrito en la primera sección. Además, cada vez se encuentra más otra variante del concepto de resonancia en algunos relojes exclusivos que vamos a comentar en la última parte de este artículo.
Armin Strom Resonance: dos volantes y un muelle muy especial
Armin Strom, una marca que destaca por su destreza técnica y prioriza las soluciones innovadoras en sus relojes, ofrece su propia versión de un reloj de resonancia.
Como ya sabemos, el fenómeno de la resonancia no está basado en fuerzas misteriosas e inexplicables, sino en la transmisión de las oscilaciones, aunque estas sean prácticamente inapreciables. La solución de Armin Strom no cede la tarea de transmitir las oscilaciones de volante a volante a las platinas y los componentes estáticos, sino que emplea un complejo muelle desarrollado especialmente para este objetivo.
El punto de anclaje exterior de los volantes, que oscilan libremente, está fijado a dicho muelle, y los volantes oscilan en sentidos opuestos. Gracias a esta conexión, que es intencionalmente más directa de lo que se podría alcanzar mediante platinas rígidas, también se pueden combinar volantes cuyo ritmo difiere varios minutos al día. Por tanto, los requisitos de regulación de los volantes para poder mantener la resonancia son increíblemente tolerantes. ¡F.P. Journe habla, por ejemplo, de una variación permitida de cinco segundos al día!

La idea de conectar el punto de anclaje del volante con un muelle no es completamente nueva, sino que ya la implementó, por ejemplo, el excepcionar relojero Beat Haldimann en el H2 Flying Resonance de 2005. Pero, salvo por la similitud del concepto, este reloj tiene poco en común con el diseño futurista y apenas tradicional de Armin Strom.
Gracias a la rotación opuesta de los volantes, el movimiento del muelle de conexión es extremadamente regular y se puede exhibir en la esfera. Por lo general, este muelle y los volantes ocupan una parte considerable del dial. En función del modelo de la colección, que no es precisamente pequeña, esto puede presentarse de forma discreta o muchísimo más elaborada.
Junto al Pure Resonance, Armin Strom también ofrece los modelos Mirrored Force y Zeitgeist, en los que unos segunderos que rotan en direcciones opuestas permiten admirar la sincronía de ambos volantes en cualquier momento gracias a un pulsador flyback. En la colección Masterpieces, por último, encontramos el Dual Time Resonance, con dos esferas separadas, así como el Minute Repeater Resonance, que añade una repetición de minutos al concepto de la resonancia con muelle conector.
Puede leer más sobre Armin Strom en este artículo sobre la marca.
Resumen
Como ha podido comprobar, no todos los relojes que presumen de dos volantes albergan el mismo principio técnico. En realidad, existen innumerables posibilidades de combinar los principios físicos y las leyes mecánicas para crear relojes fascinantes. Además, el esfuerzo destinado al desarrollo y la elaboración de dichos relojes puede variar en gran medida, lo que también se refleja en el precio. En el rango superior de esta escala se mueven los relojes que hemos comentado en este artículo.
Por si se está preguntando cuál es la solución más económica que existe: incluso por unos pocos cientos de euros puede encontrar relojes que disponen de dos escapes en la esfera. Pero lo que parece increíble para el precio se explica rápidamente: uno de los escapes suele ser el que realmente se encarga de hacer funcionar el mecanismo, mientras que al otro se le da cuerda pero no cumple ninguna función, salvo entretener a quien lo observa con su movimiento oscilatorio.